El tiempo de cocinado difiere mucho según el género que se hornee. La repostería y pastelería requieren en general menor duración como nos indican desde consumer: desde los 15 minutos de algunos soufflés en recipientes pequeños, a los 60 o 90 minutos que puede tardar en cocinarse un plum cake. Cuanto más ligero en textura es el alimento, menos tiempo de horneado requiere, si bien conlleva un mayor peligro de que se estropee la preparación, sobre todo, en el caso de los soufflés y masas con levadura.
Durante la cocción, no conviene abrir y cerrar el horno a menudo para comprobar la evolución de los alimentos en su interior, ya que se pierde mucha temperatura (y con gran rapidez) cada vez que abrimos la puerta. Esto es crucial en procesos como la repostería, que exige mantener una temperatura constante para que suba un soufflé, un bizcocho, unos profiteroles o unas galletas y para que el volumen se mantenga.
Por ello, cuando introducimos en el horno un preparado de repostería, debemos asegurarnos primero de cuál es la temperatura y el tiempo que nos marca la receta. En general, y a modo de orientación, se utiliza:
Para los bizcochos con molde alto: 180ºC y 20 minutos.
Para los bizcochos plancha o con poco volumen: 200ºC durante 10 minutos.
Para los soufflés en molde grande: 200ºC y de 30 a 40 minutos, según el tipo de soufflé.
Algo importante para tener en cuenta es que no debemos perder calor al introducir los alimentos. Hay un truco simple para evitarlo. Si la temperatura de cocción debe ser de 200ºC, precalentaremos el horno a 225ºC (un poco más) durante 10 minutos antes de introducir los alimentos. Cuando vayamos a colocarlos, bajamos el termostato a la temperatura indicada y abrimos la puerta. En este proceso tan breve se pierde parte del calor (el que sobraba) y, de ese modo, nuestra preparación comenzará a cocinarse a la temperatura exacta que nos indica la receta.
Con los tiempos también es importante ser prudentes. Siempre es mejor contar con un temporizador en la cocina para que nos avise del tiempo transcurrido. Si bien algunos hornos cuentan con temporizadores propios, en ocasiones están programados de tal modo que, al transcurrir el tiempo establecido, apagan el horno, aunque el alimento no se haya cocinado del todo. Para evitar esta situación, lo mejor es poner un avisador externo.
Las recetas de repostería son las más delicadas porque requieren un calor homogéneo y constante. Otros alimentos, como las carnes, las verduras o los pescados no son tan exigentes con las formas. En estos casos, no es tan importante que abramos la puerta de vez en cuando para asegurarnos de cómo va la cocción o para agregar un poco más de caldo o de vino si hiciese falta.
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